La Agonia de Hiram Abiff - La respiración del Maestre Hiram Abiff herido de muerte se hacía cada vez más pesada. Su pecho lesionado se dilataba con afanosa convulsión para aspirar sólo un poco más de aire ; la cabeza sangrante martillada por las heridas infringidas por sus compañeros traidores ; el corazón palpitaba con palpitaciones lentas y vehementes que lo sacudían como para arrancarle la vida; la muerte devoradora los pocos alientos de vida; el sentimiento de haber sido traicionado por sus albañiles le quemaba toda la persona como si la sangre que queda en las arterias se hubiera convertido en un ardor líquido. Su cuerpo en aquella posición incómoda en las gradas del Templo de Jerusalén ; mortalmente herido estaba sin poder cambiar de posición, la muerte del Maestre de Obras del Templo que sería dedicado al Dios Jehová fue lenta y dolorosa , el dolor era insoportable, pero que , sus fuerzas le abandonaban pero no el dolor de las heridas , cansaban demasiado al tronco extenuado, golpeado con las mismas herramientas de construcción: ese cuerpo antes fuerte y su mente luminosa, que tantas otras veces había hecho portentos, era destruido por la ambición y la envidia por contener un alma demasiado grande , era ahora un cuerpo insultado por el dolor donde ardían, todos juntos, los dolores de la traición . La muerte en esas circunstancias era en realidad, como lo confesó alguna vez un verdugo, el más cruel y el más tétrico de los suplicios. El que torturaba más y por más tiempo. Si se presentaba lento el suplicio, un golpe mortal compasivo aceleraría la muerte y con ellos terminaría el dolor, pero no hubo compasión por parte de los compañeros masones que le martirizaban; la vida no abandonó rápido al cuerpo de Hiram Abiff, sufriendo cada vez más, hasta el día siguiente y más todavía. La sed de la fiebre era tremenda, la congestión del corazón convulsionaba el cuerpo , el cuerpo fue escondido en un oscuro sótano donde permaneció mucho tiempo aún vivo, los calambres de los músculos eran atroces, los vértigos no pareaban , el martilleo de las sienes era tremendo, la angustia era agobiante, quería pedir auxilio pero su voz no salía de su garganta herida. Los ojos enceguecido por la sangre y la hinchazón de la cara no le permitieron ver más a Hiram Abiff; los ojos , los ojos mortales donde se había asomado un Hijo de la Luz par a mirar la tierra , se ahogaban en la hemorragia profusa; y sus labios pálidos , partidos por la suplica a Dios por ayuda, labios que antes dieron enseñanzas a la humanidad ahora estaban cerrados ,resecos por la sed , contraídos por el penoso respirar , mostraban los efectos del último beso dado a Hiram Abiff a su Bella Amante Balkis, la Reina de Saba ahora embarazada por Hiram, el traidor Jubelon había destrozado con su mazo la mandíbula del Maestre Hiram Abiff. Así murió la Luz encarnada en un buen hombre, un Maestro de Obras, un excelente masón de la antigüedad. Pero todo tenía que ser así, debería ser muerto y posteriormente despertado a la vida de nuevo, entrar al reino los muertos y reconquistar por sí mismo el reino de los que verdaderamente viven , salir de su oscuro Ferreto y abandonar su sepulcro y volver a la vida real , en una palabra resucitar, solamente quien resucita iniciáticamente puede posteriormente resucitar a los que vendrán posteriormente, recurriendo a la exaltación del alma inmortalizada. – Alcoseri
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